28 de marzo de 2018

Húmedo y frío, con probabilidad de dolor

“Me duele el juanete, seguro que va a llover”, decía mi madre a veces cuando yo era chica y estábamos atravesando una época de sequía. SIEMPRE tenía razón. Su juanete predecía los cambios de humedad mejor que cualquier meteorólogo. 

Pasaron más de 4 décadas desde aquellas predicciones meteorológicas del dedo gordo del pie de mi madre. 
También hace ya más de 30 años que me mudé a la Patagonia argentina. Aquí tenemos una marcada estación seca -el verano- que con suerte y viento a favor dura unos 30-40 días, con porcentajes mínimos de humedad y con temperaturas relativamente cálidas (aunque eventualmente también puede disminuir bruscamente la temperatura y llover, o incluso nevar). 
Y el verano en estas latitudes termina más o menos así: hoy te vas de pic-nic con amigos, disfrutando de un sol radiante, y mañana la temperatura baja 15-20 grados, empieza a llover, el viento de la cordillera se instala, luego eventualmente nieva, y adiós al verano hasta dentro de 10 meses y medio u 11. 

Escribo estas líneas cuando el verano acaba de despedirse en Bariloche. Como siempre, en forma abrupta. Es el momento del año en el que emito una serie de improperios irreproducibles sobre la Patagonia y su clima de @#€$!!! Y no lo hago porque no esté acostumbrada, sino porque este cambio brusco de clima me afecta mucho; más aún desde que me diagnosticaron dos enfermedades autoinmunes (Síndrome de Sjögren y Hepatitis Autoinmune). 

El comienzo de la época fría y húmeda marca para mí: 
  • Una ráfaga épica de lesiones articulares: He llegado a tener lesiones serias (subluxaciones/luxaciones con roturas de ligamentos/tendones/cartílagos, con tremendos derrames sinoviales) a razón de 3 a o 4 juntas en un día, y que se suman a las lesiones, menores y mayores que tengo durante todo el resto del año. 
  • Un aumento importante en las artralgias y mialgias (que ya tengo en forma crónica). Cada articulación (y sus aledaños) con lesiones previas me duele horrendamente; en especial las que tienen daños permanentes, y por supuesto, también las lesionadas recientemente en esta ráfaga estacional. 
  • Una breve, pero dura, temporada de aumento brutal en algunos de los síntomas asociados al "sueco que seca" (el Síndrome de Sjögren); por ejemplo, la resequedad intensa de la piel y las mucosas. Claro que en esta época, mi piel, que estuvo mínimamente bronceada durante el verano, comienza a despelecharse y a volver a su color natural blanco titanio, y eso contribuye a que se seque. También, por el frío, comenzamos a calefaccionar la casa;  lamentablemente, con un sistema de calor seco, que instalamos hace muchos años. Y esto empeora los síntomas del "sueco".
  • Una de mis temporadas anuales de rinitis (la otra es a comienzos de lo que el calendario considera el inicio del verano). Eso sí; por el S. de Sjögren, jamás sale una mísera gota de líquido de mi nariz, sino que siento como si me la rellenaran con estopa. 
  • Episodios intensos de dolor neuropático. Por ejemplo, hormigueos, adormecimiento y/o sensación de ardor en diferentes áreas del cuerpo, siempre alrededor de articulaciones lesionadas. 
  • Un aumento de la fatiga. Si normalmente estoy cansada, parece que mi cuerpo fuera infinitamente más pesado y difícil de mover. Aunque considerando todo lo anterior, suena lógico que me sienta fatigada...
  • Agravamiento de los síntomas de Disautonomía, especialmente si estoy a la intemperie durante mucho tiempo. Si tenés alguna forma de Disautonomía, sabés que tanto el frío como el calor intensos pueden agravar los síntomas. En la Patagonia el calor nunca es intenso, pero el frío suele serlo, y suele arrancar en esta época. 

La persona que me hizo notar este agravamiento generalizado en mis síntomas con el cambio de clima fue mi traumatólogo, que me sorprendió hace unos años, cuando llegué a su consultorio en estado calamitoso, con un largo listado de lesiones producidas en los últimos dos días, agotada, con el dolor disparado a la estratósfera. Luego de repasar mi historia clínica, me dijo: “Ale, vos sabés que ésta es tu época mala. Todos los años cuando comienza el otoño tenés un poussée”

Poussée es un término francés que se utiliza en la terminología médica para indicar el progreso de las manifestaciones de una enfermedad que alterna períodos de empeoramiento agudo con una mejoría espontánea. El equivalente en inglés es “flare-up”, y en castellano, “brote” (o bien “recaída”).

¿Realmente existe una relación entre los “brotes” y los cambios de clima? 


La ONG estadounidense Arthritis Foundation señala que muchas personas con enfermedades que afectan las articulaciones (principalmente, aunque no exclusivamente, diferentes tipos de artritis) tienen más dolor cuando el clima es frío y húmedo que cuando es cálido y seco, aunque algunas personas con diferentes tipos de artritis son más sensibles que otras al clima. 

En el sitio web MediciNet, el Dr. William C. Shiel Jr., explica que en general, los médicos que como él, se especializan en artritis, concuerdan en que muchos pacientes sienten un agravamiento de sus síntomas con los cambios de clima, aunque no se ha realizado mucha investigación para determinar si existe evidencia. 
Shiel explica que en 1961, un famoso especialista en artritis (J. Hollander) realizó un estudio en el que construyó una cámara climática y demostró que la humedad elevada, combinada con la presión atmosférica baja se asociaban con un aumento en la rigidez y el dolor articular, aunque estos dos factores por separado no tenían ninguna influencia. 
El estudio fue criticado por haber sido realizado en solo 12 pacientes, pero lo interesante es que plantea que las articulaciones inflamadas se inflaman más a medida que la presión atmosférica baja. Y la inflamación irrita los nervios alrededor de las articulaciones que sienten el dolor, y esto provoca más rigidez. 

Elaine Husni, reumatóloga de la Clínica Cleveland, explica la posible relación entre el aumento del dolor en personas con artritis y la lluvia de manera similar: la disminución de la presión atmosférica previa a la lluvia podría hacer que los tejidos se inflamen. Y si los tejidos se inflaman en una articulación que ya está inflamada, pueden presionar músculos y nervios en el área y hacer que sean más dolorosos. Aunque no todas las personas con artritis sienten estos cambios en su dolor. 

Un estudio de 2007 (Changes in barometric pressure and ambient temperature influence osteoarthritis pain) concluyó que los cambios en la presión atmosférica y en la temperatura ambiental se asocian en forma independiente con la severidad del dolor en la artrosis de rodilla. 

Una revisión de estudios realizada en 2011 (Does rain really cause pain? A systematic review of the associations between weather factors and severity of pain in people with rheumatoid arthritis, examinó la relación entre el clima y el dolor en personas con artritis reumatoide (AR). La conclusión fue que, aunque no se encontró un efecto consistente de las condiciones climáticas con el dolor, la evidencia sugiere que el dolor en algunas personas está más afectado por el clima que en otras, y que por esta razón no puede descartarse que los cambios de clima puedan influenciar de manera importante el dolor en al menos algunas personas con AR. 

En un estudio de 2014 realizado en 712 personas mayores con osteoartritis (Self-perceived weather sensitivity and joint pain in older people with osteoarthritis in six European countries: results from the European Project on OSteoArthritis (EPOSA)) se les preguntó a los participantes si el clima influenciaba su dolor, y en tal caso cómo lo hacía.  Los resultados indicaron que el 67% dijo ser sensible al clima, y que las personas mayores con osteoartritis que eran sensibles al clima tenían más dolor generalizado que las personas no afectadas por el clima. 

Un estudio de 2014 (Associations between weather conditions and clinical symptoms in patients with hip osteoarthritis: a 2-year cohort study.) en 222 pacientes con artrosis en la cadera apoyó la hipótesis de que la presión atmosférica y la humedad relativa influencian los síntomas, aunque en el estudio no se encontró que  estas variables climáticas influyeran significativamente en la severidad de la artrosis.

Por otro lado, la Academia Americana de Cirujanos Ortopédicos indica que el clima lluvioso y los cambios en el clima pueden provocar un aumento del malestar y el dolor en rodillasmanoscaderas  y hombros de personas con artritis. 

El clima y el Síndrome de Ehlers-Danlos (SED)


Si tenés SED y participás en grupos de apoyo (yo lo vengo haciendo desde hace más de una década) sabés que los comentarios sobre el agravamiento de diferentes síntomas con los cambios de clima son moneda corriente. Incluso podés encontrar relatos de personas que han decidido mudarse a climas menos rigurosos en un intento por aplacar estos flare-ups relacionados con el clima. 
Entre paréntesis, lo mismo puede sucederte si tenés ciertas enfermedades autoinmunes (como también es mi caso).

Buscando en la bibliografía, no encontré ningún estudio sobre la posible relación entre el clima y la intensidad de los síntomas del SED. Imagino que habiendo tanto por investigar en esta enfermedad, si es que este tema tiene un lugar en la lista, debe andar por allá, ente los últimos. No obstante, algunos especialistas reconocen este problema a través de los relatos de sus pacientes: 

En 2013, el Centro Médico del Hospital de Niños de Cincinnati ofreció un servicio gratuito online (1), en el que un especialista en dolor y un pediatra, ambos dedicados a la atención de niños con SED, discutieron el manejo del dolor en niños y adolescentes que padecen SED, y respondieron online preguntas hechas por las familias. Una de las preguntas fue, justamente, si había forma de disminuir el dolor relacionado con los cambios en el clima. Uno de los profesionales respondió que una de sus pacientes se había mudado de una ciudad con un clima riguroso a otra con un clima más benigno por esa razón, y que él creía que este es un problema real, pero que nunca había visto que se ofreciera ninguna solución. Generalmente, explicaba el médico, parece relacionarse con los sistemas de baja presión, con lo cual quizás aumentar la presión con agua (por ejemplo, en la ducha o en una piscina) podría ayudar. 

Por otro lado, en el libro “Hypermobility of joints” (2), en referencia a las artralgias y mialgias en personas hiperlaxas sintomáticas, los autores decían: 
Muchos pacientes pueden describir factores agravantes y aliviadores. Los cambios en el clima, notablemente la aparición de clima húmedo o frío, puede acompañarse de una exacerbación de las artralgias.
También el Dr. Claude Hamonet, en su artículo “Ehlers-Danlos Syndrome or Disease?“ (3) decía, en relación con el SED: 
Ciertos factores hacen que los síntomas empeoren significativamente: los traumas, las fluctuaciones hormonales (el 80% de nuestros pacientes son mujeres), las variaciones en el clima (especialmente el clima frío y húmedo), y el ejercicio físico insuficiente. 
Además, si padecés Disautonomía, como explica el Dr. Jaime Bravo (4), es probable que tengas intolerancia al frío. Más o menos como si se te hubiera dañado el termostato...

Como decía más arriba, no encontré ningún estudio en el que se haya investigado la posible relación entre los cambios de clima y los síntomas o enfermedades asociados al SED, aunque todas estas  observaciones que nombré fueron realizadas por profesionales de la salud que se dedican a la atención de personas con hiperlaxitud y sus enfermedades asociadas, y apuntan a un efecto del clima en la exacerbación de algunos síntomas asociados al SED.

¿Hay algo que pueda hacerse para combatir estos “brotes” o "flare-ups"? 


Lógicamente, el control del dolor, del tipo que sea (y las cebras podemos tener varios tipos diferentes) es esencial, porque si se sale de control, pueden suceder varias cosas bastante malas...
En la entrada "¿Cómo tratar el dolor articular en los Síndromes de Ehlers-Danlos? Eh?.." conté mi experiencia con diferentes tratamientos para el dolor. 

Si como yo, sos de  esas personas con SED que experimenta ráfagas de lesiones con la llegada de la época fría y lluviosa, no tengo mucho para decirte. Yo simplemente intento ser más cuidadosa con mi cuerpo, aunque suelo lesionarme igual...

También vale agregar que la llegada del otoño suele ser una buena época para hacer controles de laboratorio, que podrían detectar deficiencias de vitaminas o de otros elementos importantes, y eventualmente detectar algunos problemas de salud que podrían estar aumentando los niveles de dolor y las inflamaciones articulares, entre otros. 
La vitamina D, por ejemplo, tiene importancia en el SED. En la nota “Managing Fatigue, Sleeping Problems and Brain Fog” (5), Jenny Morrison (asesora de Salud de la Asoc. de SED del Reino Unido, EDS UK) señala, en relación con la fatiga: 
Muchas deficiencias pueden conducir a la fatiga, como la anemia (deficiencia de hierro/hemoglobina) y la deficiencia de vitamina D. Los niveles bajos de vitamina D pueden ser más problemáticos en invierno, ya que tenés menos exposición a la luz solar, que ayuda a que tu cuerpo produzca vitamina D. Mantener una dieta saludable y balanceada puede prevenir deficiencias. También puede ayudar tomar complejos vitamínicos. Si tenés una deficiencia severa, tu médico podría recetarte vitaminas específicas. 
También, según explica la Dra. Heidi Collins en su nota “Mangnesium and Ehlers-Danlos Syndrome” (6), existe una interrelación compleja entre el magnesio, la vitamina D y el calcio, y por esta razón todos ellos deberían controlarse periódicamente, y suplementarse en caso de ser necesario. 

Claramente la suplementación con vitamina D, magnesio y calcio (y eventualmente con otros elementos) no resolverá ningún problema de base. Pero si hay deficiencias, podría ayudarnos a sentir menos fatiga.

Por lo demás, al menos en mi caso, cuando comienza la época fría y lluviosa, "Aguanto el chubasco". Valga la frase...

Ale Guasp

Referencias bibliográficas sobre el Síndrome de Ehlers-Danlos: 



1. Live Event - Pain Management for Children with Ehlers-Danlos Syndrome, 20/08/2013. Cincinnati Children's Hospital Medical Center. Disponible en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=IZVdvQowBys

2. Beighton, P, Grahame, R, Bird, H. Hypermobility of Joints. Berlin: Springer; 1983. 

3. Hamonet C, Gompel A, Mazaltarine G, Brock I, Baeza-Velasco C, et al. Ehlers-Danlos Syndrome or Disease? J Syndromes. 2015;2(1): 5. 

4. Bravo, Jaime F. (2009). Síndrome de Ehlers-Danlos con especial énfasis en el síndrome de hiperlaxitud articular. Revista médica de Chile, 137(11), 1488-1497 

5. Jenny Morrison. Managing Fatigue, Sleeping Problems and Brain Fog.Sitio web de la Asoc. de Síndrome de Ehlers-Danlos del Reino Unido (EDS UK). 

6. Heidi Collins. Mangnesium and Ehlers-Danlos Syndrome, Part 2: What persons with EDS need to know about magnesium. 2013. Artículo escrito para el grupo de Michiana de la Fundación Nacional de Síndrome de Ehlers-Danlos de EEUU.

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