7 de abril de 2018

Tiempo, paciencia… y dinero

El Síndrome de Ehlers-Danlos (SED), al igual que muchas otras enfermedades raras y crónicas, desafía tu temple, tu voluntad, tu fuerza y tu energía. 

Pero además, estar enfermo todo el tiempo consume… tiempo. Parece una obviedad, pero no lo es; porque me refiero al tiempo que tenés que emplear en el control y el tratamiento de tu enfermedad, que implica lidiar con el perverso e intrincado sistema de salud.  Y esto a su vez también puede consumir dinero; por ejemplo, en consultas con especialistas (ya que por lo general no los encontrás a la vuelta de tu casa, y como mínimo, tenés que viajar para verlos), en estudios (que no siempre están cubiertos por el sistema de salud), en medicamentos (si es que los hay para tus problemas de salud y podés tomarlos), y un largo etcétera. 

Fuente de la imagen:  https://www.cartoonstock.com/. Leyenda en castellano: "¡Te ordeno que disminuyas la velocidad!"
Y no menos importante, el SED y otras enfermedades raras y crónicas te obligan a desarrollar, y hasta diría perfeccionar, el arte de la paciencia, que es una herramienta libre y gratuita (menos mal….) que te ayuda a lidiar con todo esto que te ha tocado en suerte. 

El tiempo empleado buscando médicos 


A la fecha, el Síndrome de Ehlers-Danlos se considera poco frecuente o “raro”. Esto, además de significar que afecta a una proporción baja de la población, implica que probablemente no encuentres con facilidad médicos que conozcan, ni sus manifestaciones clínicas, ni los problemas y otras enfermedades que pueden asociarse a él. 

Incluso teniendo un diagnóstico escrito, firmado por un profesional de la salud con un mediano conocimiento de esta patología, algunos médicos que consultes pueden dudar de ese diagnóstico y/o de tus síntomas, por desconocer la amplia variedad de manifestaciones asociadas a esta compleja enfermedad. Esto puede hacerte deambular por los consultorios, con la esperanza de encontrar algún médico que, primero, te crea; segundo, trate tus problemas de salud en el contexto de la enfermedad; y tercero, esté dispuesto a hacerte los controles periódicos, tan necesarios para detectar problemas o complicaciones a tiempo. 
O desarrollás la paciencia en este proceso de idas y vueltas por los consultorios, o además de tener SED, terminás con los nervios destrozados o con una depresión marca cañón. 
Es que probablemente tomes turno con un médico, ya sea clínico o de otra especialidad, te lo den de aquí a quién sabe cuándo, finalmente llegue ese día, esperes un tiempo muy poco prudencial y menos aún razonable en la sala de espera hasta entrar en el consultorio, solo para comprobar que el profesional no tiene la menor idea sobre el SED. Habrás invertido tiempo, habrás puesto a prueba tu paciencia, y si entraste con alguna expectativa, quizás la hayas perdido. 

Tal vez también hayas pagado la consulta de tu bolsillo, si es que el médico no atiende por tu obra social o a través del sistema de salud pública. Y si pagaste la consulta, probablemente no fue porque te sobra el dinero y decidiste gastarlo perdiendo una mañana o una tarde en un centro de salud y no en otra cosa más agradable, sino porque alguien (por ejemplo, un médico, un familiar, un amigo) te dijo que podría valer la pena hacerlo. 

Si además de SED tenés otras enfermedades (como es mi caso), el tiempo invertido en tu (falta de) salud termina ocupando buena parte de tu vida. Aún cuando cuentes con médicos dispuestos a ayudarte. Porque el proceso para las consultas y el tiempo invertido es siempre igual; lo único que cambia es el resultado. No es algo agradable, ni te gusta que así sea, pero lamentablemente, tanto el SED, como otras enfermedades raras y crónicas, DEBEN ser tratadas, y de manera adecuada. Esto requiere de tiempo. Y de mucha, mucha paciencia. 

El tiempo invertido en los controles de rutina 


Tengo amigos y familiares que esporádicamente hacen alguna consulta médica, e indefectiblemente se quejan: del tiempo perdido llamando a los teléfonos constantemente ocupados de los centros de salud para tomar turno, de la impuntualidad de los médicos, que suelen tenerlos echando raíces en la sala de espera, de la escasez del tiempo adentro del consultorio (más notoria cuanto más tiempo se perdió en la sala de espera), de las indicaciones de estudios o exámenes, para las cuales tienen que tomar turnos y/o acercarse en ayunas a laboratorios. Luego, se quejan por tener que tomar turno con el mismo médico, para llevarle los resultados de los estudios o análisis que pidió, y también es probable que se quejen cuando, en algunos casos, el médico les receta algo, que deberán ir a comprar a alguna farmacia. 

Cuando tenés una enfermedad como el SED, das todo esto por sentado, porque lo vivís a diario. Es agotador, es molesto, pero… es parte de tu vida. El tiempo que perdés y la paciencia que desarrollás son dignos de mención. 

En mi caso, mis controles de rutina (inevitables, por cierto) son: control cardiológico anual por mi prolapso de válvula mitral; control del estado de mis articulaciones inestables, como mínimo dos veces por mes; control hepático quincenal/mensual/bimestral (dependiendo de los vaivenes de mi hepatitis autoinmune); control clínico/reumatológico cada 3 meses (una de mis grandes victorias de estos últimos tiempos fue que mi reumatóloga aceptara ser también mi médica clínica, ¡¡con lo cual hago un combo 2x1!!); control oftalmológico por mi retinopatía al menos cada 3 meses; controles odontológicos cada 2-4 meses por mis frecuentes caries y mi retracción de encías; control dermatológico periódico por mis quistes y demás manifestaciones cutáneas (generalmente raras); control trimestral de mis alergias y angioedemas (mastocitarios o no… todavía los médicos no se ponen de acuerdo) y como cualquier mujer, con o sin alguna enfermedad crónica, también hago mi control ginecológico anual. 

Esto es así, siempre y cuando no surja algún problema o complicación, que me lleve a consultar a uno o más de estos profesionales antes de lo esperado. Y claro, dado que tomo medicamentos en forma constante, también necesito recetas, para lo cual debo acercarme a los consultorios de los médicos para pedírselas. 
Todo esto requiere de tiempo. Mucho tiempo. Y paciencia. Mucha paciencia. 

Los estudios y las derivaciones 


Hablemos de cuando alguno de tus médicos pide un estudio, procedimiento u otros que requieran autorización y/o que no se hagan en tu ciudad y/o que no estén cubiertos por tu plan de salud. O de cuando pide una derivación con algún especialista (en tu ciudad, o en otras). 
En este caso, probablemente tengas que presentar  (como yo tengo que hacerlo) notas, resúmenes de historia clínica, justificaciones, copias de estudios anteriores (si es que te los han hecho), más notas, y más justificaciones. 
Esto, por lo general, se da en cómodas cuotas: llevás una pila de papeles, te dicen que falta uno. Lo llevás, y te dicen que falta otro. El proceso se repite, yendo y viniendo varias veces. Como si, además de pasar por todo lo que pasás estando enfermo, tuvieras que certificar, una y mil veces, que el estudio, procedimiento, derivación u otros, realmente son necesarios. 
Nuevamente, tiempo. Y paciencia. 

En mi caso, la situación ideal con las prácticas médicas es obtener la autorización en un lapso entre 24 y 72 horas. Algunas prácticas se hacen en mi ciudad, pero otras no. En ese último caso, hace falta una derivación, y una vez me pasó que la decisión sobre la fecha y hora de la práctica quedaron a cargo de alguna persona de mi obra social que no conocía absolutamente nada sobre mi situación personal (por ejemplo, si efectivamente podía viajar el segundo jueves de septiembre o no, si podía hacerlo sola o no, si el lugar donde me iban a hacer la práctica implicaba para mí solo un viaje corto, o recorrer medio país, con todo lo que esto implica), y que terminó informándome que tenía turno tal día, a tal hora, en el centro de salud tal, en Capital Federal (que no queda a la vuelta de mi casa, sino a unos 1600km de ella).

Mi obra social no cubre derivaciones con médicos cuyas especialidades estén cubiertas en mi ciudad. Pues bien, en Bariloche no hay, por ejemplo, especialistas en retina, ni especialistas en hombro, con lo cual, si uno de mis médicos pide una derivación para consultar a algunos de esos especialistas, la obra social debería costearla. Sin embargo, cuando tuve que consultar a un especialista en retina y a un especialista en hombro en Buenos Aires, mi obra social no cubrió las derivaciones, sino que se limitó a decirme que si los médicos que yo iba a consultar estaban en su cartilla de profesionales a nivel nacional, no había problema en que yo me atendiera con ellos. 
Dado que en ambos casos las consultas eran URGENTES y NECESARIAS... mis médicos me dieron nombres de especialistas que podría consultar, respiré hondo, tomé los turnos llamando por TE, pagué los pasajes y el alojamiento, y perdí al menos 3 días de mi vida (uno para el viaje de ida desde Bariloche a Buenos Aires, otro para la consulta y otro para el viaje de vuelta desde Buenos Aires a Bariloche). 
Tiempo, tiempo. Paciencia. Y en este caso también, DINERO. 

La rehabilitación 


Si como yo, tenés que ir a rehabilitación todos los días, por ejemplo, porque tu cuerpo se desarma, perdés el control de tu alineación postural con cada hueso que se sale de lugar, y el dolor crónico es tan habitual como las tostadas que comés con el desayuno, vas a necesitar… más tiempo. Las sesiones de FKT duran entre 45 y 60 minutos, y a eso tenés que sumarle el traslado desde tu casa hasta el centro de salud (en mi caso, unos 40-50 minutos entre ida y vuelta). 

Hasta 2012 (año en que me otorgaron el CUD), esto también me insumía dinero, ya que mi obra social solo cubría 25 sesiones anuales de FKT, que yo terminaba agotando a fines de enero o a mediados de febrero. 
Los pedidos adicionales de FKT que hizo varias veces mi traumatólogo, por lesiones agudas concretas, fueron olímpicamente ignorados, incluso por el mismo gerente de la obra social, que una vez me vio entrar apenas pudiendo caminar, con notas y resúmenes de HC en mano, pidiendo unas míseras CINCO sesiones de FKT por encima de mi tope, y tuvo el descaro de decirme que si “quería” sesiones de FKT sin tope, me cambiara a un plan “Premium” (que valía una fortuna). De nada sirvió que yo le dijera que no era cuestión de “querer”; era una cuestión de NECESIDAD. Perdí tiempo, arrastré mi osamenta hasta la obra social, y salí con ganas de incendiarla (por las dudas aclaro que no lo hice, ni pienso hacerlo nunca). 
Cuando pude, pagué las sesiones de FKT que necesitaba por encima de "mi tope anual" de mi bolsillo. Pero no siempre pude hacerlo.

Estas idas y vueltas no solo consumen tiempo; también consumen energía, hacen cultivar la paciencia y forjan el carácter. Porque querés insultar a la persona que está del otro lado, que representa a una empresa a la que le estás pagando mucho dinero por mes para tener cobertura de salud, y que te está negando algo que no es un capricho, ni te gusta tener que mendigarlo. Te hace falta. Pero te lo niegan, aún cuando lo pidas como una única excepción.
Tiempo. Y paciencia. 

Quiero aclarar que de la inmensa cantidad de obras sociales que existen en Argentina, yo tengo una considerada “intermedia” en cuanto a prestaciones, y que tengo el plan más barato. Mi obra social divide sus planes en diferentes metales (bronce, plata, oro, platino) y yo vendría teniendo algo así como uno de “hojalata” (un plan muy básico que contratamos con mi esposo hace décadas, que no existe más, y que la obra social ha equiparado medianamente al más barato que tiene en la actualidad). 

El CUD (Certificado Único de Discapacidad), sus beneficios y sus “peros…” 


Como comenté en la entrada “Síndrome de Ehlers-Danlos y Discapacidad”, en 2012 me otorgaron el CUD. Mis médicos me habían dicho que pensara en el certificado solo como un elemento que me iba a permitir acceder a cierta parte de la cobertura de salud que mi obra social sistemáticamente venía negándome, o autorizándome luego de todas estas idas y vueltas que comenté más arriba. Supuestamente, los trámites serían mucho más rápidos y ágiles. 

Cobertura en Rehabilitación 


Una vez que te otorgan el CUD, el tema “rehabilitación” se simplifica, ya que podés acceder a sesiones de FKT, de TO y/u otras terapias que te hagan falta, sin tope. 

El único problema que he tenido con esto es que a fines de cada año, cuando presento el plan anual de trabajo del año siguiente, no importa lo completas que estén las planillas, ni el esmero que pongan los profesionales que me atienden en llenarlas. Siempre falta un sello, un dato, un número, se cuestiona el color de la lapicera, el llenado de la planilla… SIEMPRE, indefectiblemente, hay algo que debe modificarse. Voy y vengo con las planillas. Hablo con los profesionales que me atienden, ellos corrigen papeles, agregan información, voy nuevamente a la obra social, presento más papeles, vuelvo a corregirlos. 
Tiempo. Nuevamente, tiempo. Y paciencia. 

Por otro lado, a partir del otorgamiento de mi CUD, como decía más arriba, cada día invierto un promedio de casi 2 horas en asistir a mis sesiones de FKT, y a partir de este año, también invierto dos veces por semana la misma cantidad de tiempo en asistir a mis sesiones de TO. ¡Que me ayudan, claro! De otro modo, no iría. Pero que no sirven para mejorar, sino simplemente para paliar la catarata de problemas articulares y neuromusculares que tengo a causa del SED. 

En alguna entrada comenté que en mis sesiones de FKT siempre estamos un par de pasos atrás de una posible mejora, porque cuando en un histórico hito logro mejorar una parte de mi baqueteada osamenta, otra parte se retoba y requiere atención inmediata. Lo mismo me está sucediendo con las sesiones de TO. Esto puede pasar cuando tenés una enfermedad como el SED. 
Y sí, esto lleva tiempo. Y paciencia. 

Cobertura en medicamentos 


El CUD también te permite acceder al 100% de cobertura de los medicamentos que tomes por la enfermedad que motivó su otorgamiento (en mi caso, el SED). 
En el caso de que tengas obra social, tu médico debe enviarle una nota, justificando el pedido de cobertura al 100% del/los medicamento/s que tomes. En mi caso, a la fecha, he pedido cobertura total solo en 2 de los… 10 o 12 (dependiendo de la época del año) que tomo. 

En el caso de los opioides (casi exclusivamente mi única opción medicamentosa para el dolor), a pesar de que mi traumatólogo redactó por primera vez el año pasado una nota pidiendo su cobertura al 100% por tiempo indeterminado (ya que mi dolor es crónico, mi daño hepático también, y si no es un opioide, será otro, pero no tengo alternativas de medicamentos), que fue debidamente aprobada por mi obra social, recientemente me informaron, “de palabra”, que debo volver a presentar esa nota. Incluso cuando esos mismos medicamentos fueron incorporados en el apartado de ·”Medicación administrada” de los formularios de discapacidad correspondientes a 2018. 
En la obra social nadie se hace cargo de enviarme nada escrito diciendo exactamente quién pide la nota, ni a quién debe dirigirse, ni me responden por qué, habiendo pedido cobertura por tiempo indeterminado, otra vez hay que hacer el pedido. Esto… también lleva TIEMPO: comunicarme con el personal de la obra social, fracasar con todo éxito pidiendo que sean explícitos, que justifiquen el pedido, que digan a quién debe dirigirse la nota, cuánto tiempo de validez tendrá, y claro, tomar turno con el médico que hizo la nota a comienzos del año pasado, SOLO para decirle que debe redactarla nuevamente, quién sabe por qué motivo. 

Que quede claro que el problema no es la nota en sí; el problema es que ningún ser humano con nombre y apellido de la obra social se haga responsable de pedirla nuevamente, ni especifique por qué hay que hacerlo. El pedido se pierde en una nebulosa, y mi médico y yo perdemos TIEMPO. 

Cobertura de ortesis 


En general, no he tenido mayores problemas con las ortesis que han pedido mis médicos, salvo cuando la obra social las ha considerado “caras” (comento algo en el siguiente apartado). Me han cubierto al 100%, por reintegro, collarines blandos, un collar de Filadelfia, tobilleras, rodilleras, hombreras, etc. Siempre y cuando sean ortesis convencionales. Claro que al funcionar por reintegro, tenés que tener el dinero para pagarlas en su momento, y luego la obra social te lo devuelve. En algún momento... 

Merece un apartado especial la tragicómica situación que se generó cuando mis médicos pidieron la cobertura al 100% del vendaje neuromuscular (considerado una ortesis). Yo uso en forma constante este vendaje en diferentes áreas del cuerpo, dependiendo de mis lesiones, mi inestabilidad y mi dolor. Para darme cobertura al 100%, mi obra social pretendía que mi kinesiólogo, mi fisiatra, mi traumatólogo, u otro profesional de la salud, redactara una nota especificando la cantidad de metros que iba a usar por semana. Me reí tanto, que estuve tentada de escribir yo una nota, diciendo que utilizaba π (Pi) metros (es decir, 3,14159…), o alguna otra ridiculez. 

Fuente de la imagen: Desconocida. Si conocés al autor, avisame, y con gusto reconoceré sus créditos aquí.

Si usás este tipo de vendaje por inestabilidad articular generalizada (como es mi caso), sabés que dependiendo de lo que le venga en gana hacer a tus articulaciones inestables, hoy podés usar un par de metros en un vendaje de hombro y rodilla, mañana podés agregar un vendaje en el codo y el tobillo que insumirá… ¿un metro? ¿Ochenta centímetros? ¿Cincuenta?, y pasado mañana podés tener la suerte de no tener que agregar ningún otro vendaje, o podés necesitar el mismo vendaje, o uno diferente, en las mismas articulaciones del otro lado del cuerpo, o en otras nuevas.
¿Cómo saber la longitud precisa de vendaje a usar por semana? Luego de muchas idas y vueltas, y de explicaciones olímpicamente pasadas por alto por mi obra social, uno de mis médicos decidió solicitar la autorización de “4 rollos de vendaje neuromuscular” por receta. La mágica aparición de un número (aunque fuera arbitrario) sirvió, porque desde ese momento, siempre y cuando pida vendaje neuromuscular de a 4 rollos, me lo autoricen al 100%. 
De más está decir que lo pido en la medida en que lo necesito. Hay meses en los que me alcanzan 4 rollos, otros en que sobran algunos metros o centímetros, y otros en los que necesito autorizar más de una receta. SIEMPRE de cuatro rollos. 

Cobertura de “ortesis caras” 


Hace un tiempo comenté en este blog que mi fisiatra me recetó un traje neuromuscular, para ayudarme a sostener mis articulaciones inestables y a aumentar la propiocepción de mi tronco. En principio, llevé el pedido con un resumen de historia clínica que lo justificaba. La obra social me dijo que me correspondía por discapacidad, y que ellos se encargarían de comprarlo y entregármelo. Yo no lo podía creer. Era una ortesis cara e importada. 

La realidad fue que el trámite terminó siendo sumamente largo y engorroso. Hice innumerables llamados telefónicos, envié muchos mails e hice varias visitas a la sede de la obra social en mi ciudad. Me dieron todas las excusas posibles: que era importado y no se conseguía (aunque entrando en el sitio web de la marca del traje, claramente estaba disponible en todos los talles); que lo habían comprado, pero que aún no ingresaba al país; que había ingresado al país, pero estaba en medio de los trámites aduaneros; que habían hecho un reclamo, pero no tenían novedades; que llegaría la semana próxima, luego la siguiente, luego dentro de tres semanas. 
Cansada, harta de tantas excusas, con la urgente necesidad de usar el traje, ya que apenas podía caminar, aproximadamente luego de 7 meses de infructuosos reclamos, fui a la Defensoría Judicial. Conté mi problema, y me respondieron que en las próximas 24 horas notificarían a la obra social de mi reclamo. Al día siguiente, me llamaron de la Defensoría diciendo que la obra social acababa de despachar el traje neuromuscular y que debería recibirlo a más tardar el martes siguiente. Llegó el lunes. Como por arte de magia, se resolvieron todos los problemas y me lo entregaron en 4 días (con un fin de semana de por medio). 
Pero en todo este reclamo perdí tiempo. Y cultivé la paciencia...

Libre estacionamiento…¿o no tan libre…? 


El libre estacionamiento por discapacidad es otro de los beneficios del CUD. Esto significa que podés tramitar una oblea, que deberás colocar en un lugar visible de tu auto, que te habilita a estacionar en espacios destinados para discapacitados. En mi caso, a pesar de que tengo el CUD desde hace más de 5 años, solicité esta oblea hace solo unos pocos meses. 

Esta fue una nueva pérdida de tiempo, que implicó ir a la dependencia municipal donde se hace el trámite, entregar toda la documentación necesaria, que dos o tres días después me informaran que la habían PERDIDO, que me indicaran que fuera al día siguiente, cuando me informaron que la documentación no aparecía, pero que de todas maneras me emitirían la oblea y que pasara a buscarla en 24hs, y que cuando llegara a mi casa, ese mismo día, faltando minutos para que cerrara la dependencia municipal (un viernes, para más datos) me informaran que ya estaba lista y que podía pasar a buscarla. Parece chiste, pero no lo es. 

Finalmente retiré mi oblea el lunes siguiente, y la estrené en un espacio reservado para discapacitados. Tenía que ir a mi sesión diaria de rehabilitación, y encontré ese lugar libre a media cuadra. Cuando volví a subirme al coche luego de mi sesión, un individuo, identificado con el logo de un gremio, me increpó diciéndome que ese espacio estaba reservado SOLO para discapacitados que ingresaran en el edificio del gremio, y que yo no lo había hecho. 
Le expliqué que los espacios reservados para el estacionamiento de personas discapacitadas pueden ser utilizados por CUALQUIER persona discapacitada que los necesite, y el individuo en cuestión continuó insistiendo en que el lugar era exclusivo de ese gremio, y que como máximo podía estacionar allí “unos 15-20 minutos, más o menos”, pero siempre y cuando entrara en ese edificio. Una soberana memez. Claramente, mi oblea dice que puedo estacionar en cualquier lugar que no cree riesgo grave o perturbación de la fluidez vehicular. En ningún lugar habla de “sitios exclusivos” que algunos discapacitados debamos evitar: cualquier persona discapacitada puede utilizar cualquier lugar identificado con el símbolo de discapacidad. 
¿Qué significó esta discusión con el individuo en cuestión? Que perdí TIEMPO. Por un energúmeno que creía poder decidir quién, cómo y cuándo podía ocupar un espacio público

Por suerte, hasta ahora no he tenido ningún otro problema con mi oblea de estacionamiento. Imagino que, dado que tengo que hacer algunas maniobras complicadas con mi cuerpo para entrar y salir del vehículo (en un intento por no desarmarme), es difícil dudar de mi condición de discapacitada. 

Pero... conozco a otras personas discapacitadas, con su correspondiente oblea, que han sido insultadas por no bajar del coche cojeando, con muletas o en sillas de ruedas. Las discapacidades invisibles, que existen, son tan reales como las visibles, aunque mucha gente no pueda “verlo” (valga el doble sentido de la palabra). Y esto  consume tiempo (en caso de que decidas responder a los insultos) y/o te hace cultivar la paciencia (en caso de que no los respondas).

En definitiva… 


¿Cómo obtener al acceso necesario y adecuado al tratamiento que necesitás padeciendo una enfermedad de baja prevalencia? Por desgracia, yo no tengo ninguna fórmula mágica. Simplemente, persevero, insisto, voy, vengo… básicamente, hago las cosas que estuve comentando más arriba. Cuando necesito algo y mi obra social me lo niega, no me doy por vencida. Invierto mucho tiempo en esto. Y cultivo la paciencia...

Algunas de las cosas que podés hacer si te niegan o ponen trabas para otorgarte la cobertura de salud que necesitás 


  • Si tenés SED, o cualquier otra enfermedad de baja prevalencia, debidamente certificada por escrito por un médico, podés adjuntar a cualquier pedido de tus médicos, una copia de la Ley 26.689 de cuidado integral de la salud de las personas con Enfermedades Poco Frecuentes, que, entre otros, promueve el acceso al cuidado de la salud de las personas con EPF, incluyendo las acciones destinadas a la detección precoz, diagnóstico, tratamiento y recuperación, en el marco del efectivo acceso al derecho a la salud para todas las personas.
  • Si no tenés obra social, podés visitar estos enlaces: 0800 Salud Responde y CUS Sumar , desde donde deberían poder orientarte sobre las prestaciones médicas que necesites.
  • También podés hacer un reclamo a través de la Superintendencia de Servicios de Salud, siguiendo este enlace: Reclamar por incumplimiento de la Obra Social o prepaga.
  • Si tenés el CUD, también podés dirigirte a la Defensoría Judicial de tu ciudad. La atención es gratuita.
  • Podés enviar una carta documento a tu obra social.
  • Dependiendo de la gravedad y urgencia de tus problemas de salud, y del tipo de incumplimiento del que se trate, podés solicitar un recurso de amparo

Seguramente hay más opciones y vías de reclamo; éstas son las que yo he tenido la oportunidad de conocer desde mi experiencia como afectada por enfermedades crónicas.

¿Y adiviná qué? tener que utilizar una o más de estas vías de reclamo... también lleva TIEMPO... Y requiere de PACIENCIA...

Ale Guasp

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